Yo ateo *
Para mi fue difícil creer en la existencia de Dios. Contra las ideas de mis mayores pronto dejé la religión y toda creencia en un ser sobrenatural y todopoderoso. No estaba yo diseñado para la fe, mi mente era demasiado racional y materialista. Con el tiempo y, como tantos otros ateos que envejecen y buscan la inmortalidad hasta en un Cielo tedioso, me formulé una pregunta: Bueno, ¿y si Dios existe?
Por si las dudas, entonces, cumplí con los preceptos del catolicismo (religión de mi familia): fui bautizado, confirmado, hice la primera comunión, me casé según sus ritos y en el colmo bauticé a mi único hijo. ¿Qué tal si existen Dios y el Demonio? Nada cuesta, como en vida, tener todos los papeles en regla para enfrentar los primeros cuestionamientos de un san Pedro inquisidor. Luego, ya veremos: total, nunca maté ni robé ni mentí. ¿O me juzgarán por mi simple renuencia a creer en un ser supremo?
Y qué mejor para este domingo de Pascua que una confesión verdadera? Un minicuento del libro de RAF: El evangelio según René Avilés Fabila. A quién agradezco me haya permitido tomar estos pequeños cuentos para compartirlos con ustedes, con su sabido respeto a los autores que aquí comento. Pero desde la parte literaria, sino desde la filosofica, desde el alma, con el corazón, con la alegría de poder leer, de disfrutar sus conocimientos, sus letras, sus reflexiones serias, intensas pero suaves y entendibles.
Que tengan un inicio de VIDA que nos ha regalado de nuevo la FE (no hablo de religiones), que sean felices, que apliquen la Ley de la Atracción, la metafísica, la lectura, la música, el baile como motivos de los regalos celestiales que hemos recibido. Y por favor ..... comentan el pecado de desear el hombre de su prójima ....... o al mujer del prójimo :) con todo respeto, jejeje, sólo porque somos humanos y estamos vivos, y no olviden, que eso es sólo un deseo, un algo lúdico, nada que moleste a otros porque más que un mundo con una revolución en la conciencia, necesitamos AMOR y una almohada para iniciar una guerra suave, apasionada, querenciosa ... que nos merecemos eso y ¡más!.